Buscamos siempre un elemento en el trazado urbano que sea correlativo al entorno. Un elemento en el que se complementen las líneas y conceptos que repercuten en los alrededores de un espacio físico a modo de escenario teatral. La ciudad debe de convertirse en un lugar donde el hombre pueda realizar sus metas cotidianas, por eso, a modo de fondo escénico el entorno donde vivimos se convierte en nuestro mejor aliado a la hora de buscar aspiraciones profesionales, personales y espirituales. La ciudad no es otra cosa que el espacio donde nos movemos, el lugar donde residimos y el área que sentimos formar parte nuestra, porque durante nuestro desarrollo vamos viendo en ella características que en un futuro nos aportaran sensación de hogar y familiaridad.
Intentamos ver en nuestro entorno un espacio que intimida con nuestro ser, que nos importa y que nos preocupa cuando se degrada y enturbia. Un espacio que sentimos como una parte más de nuestra casa, que nos duele si no dispone de un urban style y sin una unidad artística. Todo esto conlleva que el ciudadano, cuando aprecia un problema en sus calles, plazas, avenidas o monumentos, siente como suyo la problemática y le duele la situación que se vive en un entorno no a la altura de un urbanismo actual y moderno.
¿Pero puede el urbanismo ser moderno sin la necesidad de tener una silueta futurista?
Indiscutiblemente, cuando se piensa en modernidad se imagina uno algo grande, novedoso e innovador... eso no es modernidad. La modernidad en el estilo es algo que se va transformando según los tiempos y las culturas. La entrada del agua a la Sevilla almohade pudo ser de las cosas más novedosas que aconteció en la ciudad de Sevilla en toda su historia, pero no tiene por ello que haber sido un elemento moderno para la época. La modernidad lo conforman una serie de patrones y consustancias, no solo el diseño. Siguiendo con el ejemplo, de la Sevilla de 1171-1172, la entrada del agua se realizó por el popular "caño de Carmona" que supuso la dotación a la ciudad de este importante elemento. Indiscutiblemente, constituyó a la modernización de la urbe, pero no por su forma, sino por su hecho. En esta ocasión, la modernidad por parte de los almohades, vino con la búsqueda y excavación de la antigua cimentación del acueducto romano, su reconstrucción, la adecuación del trazado antiguo, la realización de estructuras y la construcción de un sistema de canalización para la entrada de este vital elemento. Esto si fue modernidad.
Debemos dejar de ver la modernidad como una alteración de los espacios físicos incuestionando su valor trascendental, y aprender a disponer de ellos, y de la historia urbana, para dar más importancia a las estructuras que con el tiempo devalúan su valor y significado, y no permitir que se conviertan para algunos en meros indicadores de decadencia.
La arquitectura urbana, bien realizada, aporta a la ciudad la sensación de bienestar y comodidad que necesita un entorno donde una sociedad se desarrolla. La belleza y la sencillez del estilo dan pureza al ambiente y acomoda a los habitantes con una tranquila sensación de estabilidad y equilibrio. Pero al mismo modo, cuando se realiza con improvisaciones, fealdades, buscando una heterogeneidad en la belleza y desvinculando el proyecto a su entorno, entonces se produce el desequilibrio paisajístico y se realiza la ruptura con la simbiosis urbana. Y es en esto en lo que no podemos dejarnos llevar en el nombre de lo erróneamente denominado, en muchos casos, modern style.