viernes, 3 de junio de 2011

SEVILLA LA VERDE


Tradicionalmente, la arquitectura ha sido considerada una de las siete bellas artes. Determinados edificios u otras construcciones son obras de arte ya que pueden ser considerados primariamente en función de su forma o estructura sensible o de su estética. Desde este punto de vista, aunque los medios de la arquitectura puedan consistir en muros, columnas, forjados, techos y demás elementos constructivos, su fin es crear espacios con sentido donde los seres humanos puedan desarrollar todo tipo de actividades. Es en este "tener sentido" en que puede distinguirse la arquitectura (como arte) de la mera construcción. Así es como ésta es capaz de condicionar el comportamiento del hombre en el espacio, tanto física como emocionalmente. Aunque en la actualidad suele considerarse que la principal actividad de la arquitectura va dirigida al diseño de espacios para el refugio y la habitación , sólo a partir del siglo XIX comenzaron los arquitectos a preocuparse por el problema del alojamiento, la habitabilidad y la higuiene de las viviendas, y a ampliar su ámbito de actuación más allá de los monumentos y edificios representativos.
La evolución a la especialización y la separación de ámbitos laborales es similar a la de otras profesiones. En los siglos pasados los arquitectos no solo se ocupaban de diseñar los edificios sino también de asuntos que hoy competen a otras profesiones diversas. Diseñaban plazas, alamedas y parques, especialización que hoy se conoce como exteriorismo o paisajismo. La especialización de los arquitectos en la creación de objetos de uso en las edificaciones, como los muebles, ha dado como resultado el nacimiento de la profesión de diseño industrial.
El urbanismo hay que considerarlo como el arte de plasmar en nuestro entorno, unas categorías estéticas que nos ayuden en la planificación de nuestra urbe. Los planeamientos urbanos no tienen por que ser en muchos casos, unos caóticos mapas urbanos. A continuación muestro una serie de imágenes, que muestran planteamientos urbanos que bien podían , en asimilación, realizarse en nuestra ciudad. Las arboledas en avenidas y paseos, y el diseño de verdes jardines es el futuro para la transformación estética de una ciudad que ha sufrido el desajustes político y a incompetentes urbanistas.



Como vemos, en todos los casos, el elemento predominante en la vegetación. Pero es necesario que no sea cualquiEr tipo de vegetación, sino la plantación de grandes árboles de copas anchas que permitan dar la mayor cantidad de sombra, en una ciudad donde las altas temperaturas marcan el declive de los paseos y la vida urbana.
Personalmente pienso árboles como el Tilo, Plátano oriental o el hiparcus,  deben de ser los prioritarios en nuestras calles, avenidas y plazas.

DIBUJO ARQUEOLÓGICO

El dibujo arqueológico pretende describir gráficamente las características físicas de las piezas, llamadas “atributos” en Arqueología, tales como volúmenes, tamaños o formas, reflejando la mayor cantidad de información posible que la pieza nos pueda proporcionar. Debe representar, con claridad y fidelidad (sus dos requisitos básicos), los aspectos morfológicos, tipológicos y tecnológicos de la pieza, y emplear las normas de representación y los símbolos aceptados universalmente por convención, con el fin de facilitar la comprensión inmediata del dibujo, siempre en función de las necesidades particulares de cada pieza.

Además de poseer todas las ventajas propias del dibujo arqueológico ya señaladas (rapidez, bajo coste, simplificación, efectividad, etc.), la representación gráfica de la cerámica tendrá la capacidad de facilitar la comparación entre vasijas, al omitir detalles que pudiesen entorpecer esta tarea y al posibilitar la reconstrucción total de las piezas aun cuando sólo se posean pequeños fragmentos. Siempre pretenderá reflejar toda la información que la vasija nos pueda proporcionar y deberá representar con fidelidad los aspectos morfológicos, tipológicos y tecnológicos. 
 

Dejando a un lado la estrategia de representación empleada (dibujar series tipológicas, registrando ejemplos representativos de tipos concretos o registrar el contenido total de un conjunto), la primera etapa del dibujo, siempre necesaria y previa a la representación gráfica propiamente dicha, será la toma de datos. 

Para obtener el arco de circunferencia conservado, cuando se trata de un borde, se debe apoyar éste sobre el papel, con la orientación precisa, y trazarlo con un lápiz, empleándose su cara interna o externa según convenga en cada ocasión (la interna para vasijas cerradas o entrantes, la externa para piezas abiertas o exvasadas). Cuando se escoja la cara interna, se debe tener en cuenta este detalle a la hora de representar el conjunto de la vasija, recordando que se trata del diámetro interno y no del externo, pues entre uno y otro existe una diferencia que equivale al doble del grosor del labio (un grosor en cada uno de los dos extremos de la representación de la boca de la vasija).
Una vez obtenida y registrada sobre el papel la curvatura que muestra el fragmento, si no se dispone de una plantilla de círculos concéntricos a modo de diana (muy útil para fragmentos amplios y vasijas de gran tamaño, pues al corresponder cada circunferencia a un diámetro distinto ya medido, el cálculo es directo), el diámetro de la vasija a la que corresponde el fragmento se calculará mediante un sencillo teorema según el cual por tres puntos no situados en una línea recta puede pasar la misma circunferencia. Para desarrollarlo se deben hallar los puntos medios situados entre los tres puntos que ya poseemos y prolongar las dos líneas rectas resultantes, que se cruzarán en el centro de la circunferencia que intentamos hallar, obteniendo de esta forma el diámetro.
Una vez registrada la vista de las superficies y silueta de la pieza, si ésta corresponde a un fragmento perteneciente a una vasija de forma conocida, se puede reconstruir dicha forma trazando una línea discontinua que una ambas mitades del dibujo, la izquierda de las secciones con la derecha de perfiles y pieza. No obstante, también hay diversidad de opiniones en torno a la conveniencia o no de reconstruir en el dibujo las partes de la vasija que faltan, y algunos autores adoptan una postura purista y se muestran partidarios de dibujar sólo lo que hay y nada más, aunque esto, a menudo, resulte imposible. De la misma forma, se pueden añadir al dibujo, mediante estas líneas discontinuas, todos aquellos fragmentos que pertenecen a la misma pieza y tienen una ubicación espacial conocida, pero que no han podido ser unidos físicamente en la realidad.
El dibujo no estará finalizado si no se registran, en función de los convencionalismos establecidos, la medida exacta del diámetro de la vasija y el número de inventario con sendas cifras situadas sobre el eje vertical de separación del dibujo y bajo el mismo, respectivamente. También es necesario señalar que, si la vasija representada es demasiado grande para caber en el formato que poseemos y no se quiere reducir el dibujo, realizándolo previamente en un formato mayor como más arriba se ha explicado, al no corresponder la medida del diámetro señalado numéricamente en el dibujo con la longitud del eje horizontal, éste deberá ser representado con una línea diagonal quebrada ascendente y descendente en su parte central. 







Hasta la introducción de la cámara fotográfica en 1840, la única manera de mostrar el curso de los trabajos científicos, y ofrecer gráficamente el resultado de los análisis que el estudio de cualquier disciplina requería, sólo era posible mediante el dibujo. Esto era mucho más evidente en la investigación arqueológica, donde el dibujo de los objetos hallados se convertía en la herramienta básica para reflejar las características diferenciales de cada uno de ellos, a fin de establecer semejanzas y diferencias, modas y cambios tecnológicos, evoluciones y desarrollos que permitieran crear tablas tipológicas como vía para el conocimiento de la historia de las civilizaciones.
Ahora bien, cabe preguntarse si hoy en día, muy avanzada la disciplina arqueológica que busca el conocimiento del pasado más allá del mero análisis de artefactos, con las tecnologías fotográficas tremendamente avanzadas, en la era de las imágenes digitales y la manipulación informática de estas, aún tiene sentido el conocimiento de las técnicas básicas del dibujo arqueológico. Nuestra opinión es que sigue siendo necesario el manejo de tales técnicas en el desarrollo de cualquier investigación arqueológica, si bien pueden y deben ser mejoradas gracias al uso de las nuevas tecnologías.

(www.mundoantiguo.org)