viernes, 6 de enero de 2012

MUSUELIZACIÓN: LA INTERPRETACIÓN PERFECTA


Apenas atravesados los umbrales del siglo XXI nos encontramos inmersos en el fenómeno de la globalización que ha hecho que la museología haya experimentado un fuerte impacto y haya asumido la tarea de analizar las causas que han propiciado la aparición de una nueva dinámica que ha de afectar profundamente a la vida de los museos actuales. De hecho si consideramos la museología como una ciencia o, al menos como una disciplina científica, ésta no puede ser sino global y universal, dado que sus conclusiones han de poseer validez general y han de poder ser comprobadas por cualquiera y en cualquier momento.


Si, además, la museología pone de manifiesto la relación entre el hombre y la cultura material e inmaterial, las descripciones que de ésta se realicen deben ser válidas para cualquier persona, aunque los contenidos específicos o la importancia de los factores puedan variar según sean contempladas y comprendidas por una u otra civilización.


Esta nueva y amplia concepción de la museología ha cambiado la visión del museo puesto que el nuevo enfoque considera el museo tradicional o institucional como un medio y no como un fin de la museología. En efecto, uno de los fines de la museología es la de establecer una pluralidad de formas museables y contribuir al desarrollo de los museos teniendo en cuenta la diversidad de factores sociales y culturales propios de cada contexto. Podemos afirmar que la museología ha entrado en una nueva era en la que se están generando nuevas concepciones y formas de museos y diferentes maneras de gestionarlos atendiendo a su función y proyección social. En este sentido, cualquier proyecto de museo debe tener en cuenta su contexto geográfico, histórico, étnico y social y, en consecuencia, a la hora de programar su creación habrá que preguntarse quién ha de decidir sobre el museo, cómo se va a gestionar y que mensaje se desea transmitir.


Con la aparición de la museología del enfoque o punto de vista, se trata de integrar al visitante dentro de las exposiciones y conseguir que su relación con ellas sea significativa, asignándole para ello un papel y espacios propios.


El visitante se convierte en el actor social por excelencia y, en consecuencia, no serán ni los objetos ni los saberes los que constituyan la base de la relación entre el visitante y la exposición, sino que será el visitante mismo quien trate de implicarse activamente. Esto significa que las instituciones museísticas están experimentando una serie de cambios no sólo en sus formas de concebirlos, sino también en sus maneras de hacerlos funcionar.


Cuando un visitante entra en un museo, deja de ser un mero espectador para convertirse en un verdadero actor y ,por tanto, artífice de su propia visita. De ahí que el museo tenga que transformarse en un lugar lúdico e interactivo, donde sea posible entrar con facilidad y se le permita disfrutar libremente de la contemplación de las obras, reinterpretándolas según su propia visión y conocimiento de las mismas. Pero esto significa que el museo deja de ser un lugar sagrado para convertirse en un foro donde es posible exponer las diferentes visiones y opiniones sobre las escenografías con las que se nos presentan las exposiciones, como si de una auténtica teatralización se tratara, y en la que es posible expresar los sentimientos y las emociones que experimentan los visitantes a lo largo de su recorrido.







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